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Columna opinión de Peter Hartmann, Coordinador Coalición Ciudadana por Aisén Reserva de Vida, publicada en El Divisadero el 01 abril 2015...


Columna opinión de Peter Hartmann, Coordinador Coalición Ciudadana por Aisén Reserva de Vida, publicada en El Divisadero el 01 abril 2015

La catástrofe causada por una lluvia en el norte y el desastre de los incendios en el sur, de una u otra forma nos recuerdan nuevamente el famoso cambio climático-calentamiento global, con un clima que hace de las suyas y se va a los extremos. También en la Patagonia.

Y el panorama futuro no se ve alentador. Además, estos acontecimientos nos recuerdan lo poco precavidos y lo cada vez más lejanos que estamos de lo natural. Así no es de extrañar que ocurran estas tragedias. La presión antrópica ejercida sobre el medio natural, el crecimiento de la población humana y sus instalaciones por doquier, sin mayor respeto por ese medio, han llevado a un notable aumento estadístico de las catástrofes “naturales”.

Vale recordar que en tiempos de la llegada de los españoles a Chile, los valles de la región de Copiapó eran considerados una selva y ahí comenzaban los bosques chilenos. Selva y bosque que desapareció principalmente a manos de la minería, la misma que posteriormente instaló en esos valles sus tranques de relaves. Y no faltan ahora quienes culpan a la naturaleza de las catástrofes cuando ocurre una lluvia, crecen los cauces y arrastran consigo los relaves arrasando todo a su paso. Olvidan estos ignorantes los servicios ambientales que prestan los bosques y hasta alguna área verde, algunos árboles y su suelo con materia orgánica. Servicios, como aquellos de sujetar el suelo, de retener e infiltrar el agua, la absorción de partículas y gases contaminantes, de sombra, de frutos, de biodiversidad y vida, de microclima, de madera…y no solo de leña. Como explicaba el conocido agrónomo y Dr. en entomología, Miguel Altieri, un 1% de materia orgánica en el suelo de una cuenca equivale a un embalse de millones de litros de agua. Vale recordar también, que por acá un metro cuadrado de bosque de coigüe o lenga retiene alrededor de treinta litros de agua. O sea, un bosque bien conservado funciona mucho mejor como regulador del agua que cualesquier costosa obra de ingeniería y entrega de paso mas servicios, aparte de su belleza. Pero claro, eso no es negocio para constructoras, especuladores y algunos políticos. Menos aún para las mineras. Mientras, el desierto ya va llegando hasta Santiago.

A propósito del tema de los relaves, hay cientos de estos tranques contaminantes y riesgosos en caso de terremoto o que los arrastre una creciente, diseminados por gran parte del país. Un país de cultura minera que fácilmente olvida estos “pasivos” abandonados. Una cultura del lucro y negocio rápido, una de la desertificación y dejarle los problemas a las futuras generaciones. Y por cierto, no estaría demás revisar la seguridad de los tranques que existen en nuestra propia región. Si bien aquellos de Fachinal y Cristal no amenazan poblados aguas abajo, sí tienen efectos ambientales notables. De hecho, nos enteramos hace poco que la ahora muerta Laguna Verde, antes del relave estaba llena de vida (en el estudio de impacto ambiental decía que no la había; no sería la primera ni última mentira de uno de esos estudios). En el caso del relave de El Toqui, éste se encuentra amenazante sobre el Río Mañihuales, afluente del Aisén y sus efectos ambientales, largamente ignorados, terminaron por hacerse notar hace no mucho envenenando bovinos.

Los incendios en el sur y la Patagonia, otra vez en varios parques y reservas nacionales, nos recuerdan lo poco protegidos que están éstas áreas y la amenaza cada vez mayor que implican prolongados períodos de sequía. Así se han quemado ya en estas semanas (en el lado chileno) sobre 10.000 has. de patrimonio natural valiosísimo, que hasta esta declarado Reserva de la Biósfera. Y por desgracia, pareciera que la única salvación es una lluvia mayor, porque definitivamente no hay medios para apagarlos en un país que si los tiene para convertir en millonarios a empresarios forestales del pino y eucalipto secantes. La verdad es que no deja de preocupar esta realidad y cuando vemos como el fuego arrasa también con parques nacionales, extensos y valiosísimos bosques y hasta viviendas en la “Comarca Andina” del Chubut y Rio Negro sin que se logre detener, es como para ponerse nervioso por acá también. Eso, porque definitivamente esta claro que no estamos preparados para enfrentar el cambio climático, el presupuesto para combatir incendios de Conaf a pesar de la advertencia de la tragedia del verano pasado en Valparaíso, sigue igual de menguado, una modernización de la Onemi duerme en el Senado y no se ven medidas para reforestar pendientes, prevenir incendios y terminar con la cultura nacional minera, anti árbol, anti naturaleza. Como dice Tomás Moscciatti, harta falta hace que los chilenos queramos un poco más a nuestro país, no solo porque se lo merece, sino porque es necesario.

Fuente: http://www.eldivisadero.cl/redac-31713


Publicado en: Columnas de Opinión

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