Manuel Baquedano es uno de los pioneros de la protección del medio ambiente en Chile y, a la cabeza de la Fundación Instituto de Ecología Política, fue de los primeros que empezó a hablar de la necesidad de luchar contra el cambio climático, hace unos 35 años.
Cuando a fines de los’80 se comenzó a abordar a nivel internacional el tema del calentamiento global y se empezaron a realizar cumbres sobre el tema, dando origen a la Convención Marco de Cambio Climático de Naciones Unidas y las consiguientes Conferencias de las Partes (COP), este sociólogo chileno, referente latinoamericano de desarrollo sustentable, tenía esperanzas. Entusiasmado participó en varias COP, incluida la número 21, realizada en París en 2015, donde se establecieron metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero con el objetivo de lograr que para fines del siglo XXI la temperatura no subiera más de 2 -preferiblemente no más de 1,5- grados centígrados, en comparación con los niveles preindustriales.
Sin embargo ahora, recién terminada la COP27, que se realizó en el balneario egipcio de Sharm El Sheij, Baquedano es más bien pesimista: “Desde el punto de vista de lo central que tendría que abordar la COP27, que es la reducción de las emisiones, que es lo único que permite que no suba la temperatura, no pasó nada, nada, cero, lo que significa, a mi juicio, que el proceso de las COP quedó empantanado, estancado”.
En esta entrevista con País Circular, el ecologista analiza lo que hay detrás de ese estancamiento y las opciones que quedan para evitar una catástrofe. “La elite, mundial y chilena, ya no se la pudo con la crisis climática”, señala. “Hay que dar un salto cuántico”, agrega.
-El domingo, luego de finalizada la cumbre en Egipto, usted publicó un tuit que decía “COP27: estancamiento suicida” ¿Por qué la califica de ese modo?
En primer lugar diría que el proceso de las COP -que ya lleva justamente 27 conferencias anuales- ha entrado en un proceso de estancamiento, y ese estancamiento, por la forma en que avanza la crisis climática, se va a transformar en un estancamiento suicida. Esto lo digo porque, si bien el planeta seguramente se va a recuperar, en el caso de la civilización humana, los seres humanos, no tenemos el tiempo para no sufrir las consecuencias que pueden llegar a la extinción de nuestra especie. No digo que van a llegar, pero pueden.
Por lo tanto, y como la COP28 también se va a hacer en los países árabes, justamente donde está la cuna petrolera, entonces no va a haber nada nuevo que salga de ahí radicalmente, porque la estrategia de los empresarios, sobre todo petroleros, está justamente en estancarla, hacerla retroceder mientras pueden deshacerse del petróleo que queda. Esa es la lógica que está ocurriendo, también con la guerra; Vladimir Putin sabe lo que provoca con la guerra, porque Rusia depende de la venta de petróleo, gas, carbón y minerales. Hoy en día la competencia por quedarse con lo que va quedando es muy alta. En ese contexto, creo que las COP ya están entrando en un proceso de decadencia, puesto que no hay voluntad de avanzar en las cosas que se necesitan.
A mi juicio, acá hay dos variables: la crisis climática con su aumento de temperatura y emisiones de CO2, y la gobernanza que quieren imponer los países al proceso frente a la crisis. Entonces, si la gobernanza está trabada, el aumento de la temperatura sigue por su cuenta, por lo tanto un estancamiento pasa a ser una acción suicida. La naturaleza ya partió en su proceso de buscar un nuevo equilibrio -por algo que provocamos nosotros-, y por lo tanto no está esperando a que los seres humanos nos pongamos de acuerdo.
-¿Hay algo que se pueda considerar positivo de la COP27?
Efectivamente hubo cosas buenas que se hablaron en la COP, como por ejemplo el fondo de pérdidas y daños, que fue impulsado por Chile y Alemania, y que era una reivindicación bien importante que se venía planteando hace mucho tiempo y por fin se logró.
Pero hay dudas. Todos tenemos en la retina lo que ocurrió en Pakistán, cómo un porcentaje altísimo de la economía, la agricultura, las ciudades quedaron bajo el agua (junio-septiembre 2022, peores inundaciones en la historia de ese país) con el enorme daño para la naturaleza y para la gente. Este no es el primer fondo; dentro de este proceso Naciones Unidas había apoyado un fondo de cien mil millones de dólares anuales -estamos hablando en los años 2000- que nunca se concretó. Entonces, puede sonar macabro, pero mientras más catástrofes ocurren, más plata debieran dar a los países que están afectados, pero en ese contexto la plata no va a llegar; este fondo es una medida que hay que esperar cómo funciona. No quiero condenar, pero lo que se aprobó fue solo la idea del fondo, es decir, de ahí a que se organice, puede ser que la Tierra no exista como la conocemos, porque no hay voluntad política de los países de enfrentar directamente el tema ambiental.
Ese fue un tema positivo, y Chile quedó bien parado en ese aspecto. Esto se une a otra medida que a mi juicio es importante: la creación de la Red de Santiago, que brindará asistencia técnica a los países más impactados por la crisis climática.
-¿Y lo malo?
Lo malo es que hubo cero avance en relación con la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI); resulta que el diagnóstico está recontra hecho, hay que reducir las emisiones de CO2 y no hubo ningún avance, ningún compromiso, no fue mencionado nada, y el 1,5 grados que tenía como meta la ONU quedó ahí, en el proceso de duda si se va a cumplir o no. Lo mismo con el tema de una condena más explícita a los combustibles fósiles, ya no se está planteando eliminarlos, sino reducirlos y eso es grave porque ¿qué significa la reducción y cuánto es? Hay que ver que con la guerra que ha precipitado la invasión de Ucrania por parte de Rusia, los precios del petróleo se han ido hacia arriba y ya no se habla de reducir los combustibles fósiles, sino que buscan pretexto para decir ‘estamos en una situación de excepción, vamos a tener que postergarlo’. Hemos visto a campeones de la ecología, como Alemania, que están desmantelando un parque eólico para echar a andar una mina de carbón, y eso está ocurriendo en todas partes, hay un retroceso global, donde se va afirmando el concepto de no eliminar los combustibles fósiles sino que reducirlos. Y en esa misma lógica, la transición a un sistema de bajas emisiones -que es algo que salió como conclusión en Sharm El Sheij, – que ni más ni menos significa abrir la ventana -o la puerta- a la energía nuclear y al gas.
Por lo tanto, desde el punto de vista de lo central que tendría que abordar la COP27, que es la reducción de las emisiones, que es lo único que permite que no suba la temperatura, no pasó nada, nada, cero, lo que significa a mi juicio, que el proceso de las COP quedó empantanado, estancado. Y dado que la naturaleza no está esperando, sino que sigue sus procesos independiente de lo que acordemos, significa que nos estamos acercando a un tiempo en el cual muchos procesos se hagan irreversibles y, por lo tanto, quedemos condenados a vivir en forma muy precaria o simplemente extinguirnos como especie.