El 60% de los cultivos de regadío se enfrentan a un riesgo extremo de estrés hídrico, lo que amenaza la seguridad alimentaria. Esto significa que una cuarta parte de los cultivos producidos a nivel mundial sufre la amenaza de la falta de agua. Fuente: EFE Verde, 16 de octubre de 2024.
Así lo ha asegurado el Instituto Mundial de Recursos, que ha advertido una vez más del problema que comporta la escasez de agua a nivel mundial, un problema que se agrava a medida que se calienta el planeta. En un análisis publicado este miércoles, Día Mundial de la Alimentación, las investigadoras de esta organización con sede en Washington (EEUU) resaltan la “alarmante” situación que afrontan cultivos como la caña de azúcar, el arroz, el maíz o el trigo, entre otros. Cultivos que son clave para la economía y para las dietas de los países que los producen. Apenas 10 países concentran el 72% de la producción de estos cultivos de regadío: China, India, Estados Unidos, Pakistán, Brasil, Egipto, México, Vietnam, Indonesia y Tailandia.
“El arroz, el trigo y el maíz, que aportan más de la mitad de las calorías alimentarias del mundo, son especialmente vulnerables: el 33% de estos tres cultivos básicos se producen utilizando suministros de agua muy estresados o muy variables”, escriben las autoras del análisis.
“Son datos muy alarmantes, a los que deberíamos prestar más atención”, señala a EFEverde Samantha Kuzma, directora de Productos de Datos Globales sobre el Agua en el WRI. Antes de que cunda el pánico, Kuzma resalta que “el estrés hídrico no es el destino. Es algo que podemos gestionar, pero requiere un esfuerzo concentrado. Hacen falta recursos financieros, infraestructuras. Y, si nos dedicamos a ello, entonces podremos gestionar adecuadamente ese recurso”.
Pero el problema no sólo es que los recursos hídricos merman a consecuencia de la crisis climática –que también– sino que los modelos agrícolas basados en regadío acaban rápido y de manera ineficiente con el agua disponible, y comprometen las reservas subterráneas que, de preservarse, podrían abastecer a las generaciones futuras. Por tanto, al agotar esas reservas de agua, comprometemos la seguridad hídrica y alimentaria de las próximas décadas.
Y el calentamiento global añade aún más leña al fuego: “La agricultura es ya el principal factor de estrés hídrico, responsable del 70% de las extracciones mundiales. Según datos de Aqueduct, se prevé que la demanda de agua para regar los cultivos aumente un 16% de aquí a 2050, en comparación con 2019. El calentamiento de las temperaturas impulsa en parte esta tendencia. Cuanto más calor hace, más sed tienen los cultivos”, escriben en el informe.
“Algunos países ya están lidiando con la tensión entre la producción de alimentos y la seguridad hídrica”, recuerda Kuzma en el análisis, que firma junto a la investigadora Liz Saccoccia. “En la India, cerca de 270 millones de toneladas métricas, es decir, alrededor del 24% de la producción agrícola total del país, se cultivan en cuencas hidrográficas que utilizan más agua de la que puede reponerse de forma natural. El país ha recurrido al bombeo de aguas subterráneas no renovables y a la desviación de sus ríos, pero no son soluciones sostenibles a largo plazo. El norte de la India ya pierde hasta 30 centímetros de agua subterránea al año debido, en parte, al bombeo para el regadío. El agotamiento de las aguas subterráneas podría triplicarse de aquí a 2080, a medida que las temperaturas sigan subiendo en la India”, afirman las especialistas.
Además de los impactos en la salud y en la economía que esta amenaza del estrés hídrico puede acarrear, Kuzma también recalca las consecuencias sociales y políticas, con potenciales conflictos que no necesariamente se desplieguen a escala internacional pero sí, o especialmente, a nivel local. “El vínculo entre las luchas por el agua y los conflictos depende mucho de la ubicación. Donde más vemos esos conflictos es en lugares donde los agricultores se enfrentan a los pastores, en entornos locales donde luchan por esa agua”, sostiene.
“No estamos viendo a gran escala que países luchen por el agua, pero sí a nivel local, donde la gente realmente necesita el recurso para ganarse la vida y alimentar a sus familias.
Y cuando no hay suficientes recursos o no hay suficiente gobernanza de los recursos, es cuando surgen los conflictos”, incide la experta, que habla con EFEverde desde la costa Oeste de EEUU, donde cada año se vuelve a constatar la escasez hídrica y las disputas por el agua.
“Aquí, en EEUU, tenemos un pacto sobre el río Colorado. Es un acuerdo que los estados han firmado sobre cómo compartir y asignar el agua. Pero la realidad es que ese pacto se creó hace mucho tiempo. La cantidad de agua disponible en el Colorado y la cantidad de usuarios que dependen de ella han cambiado. Así que es necesario un proceso diplomático que ayude a actualizar esos documentos para que la gente pueda seguir dependiendo de los recursos y no se enfrente a estos cortes de suministro”, asevera Kuzma.
Tampoco están a salvo los cultivos de secano, que representan el 66% de la producción mundial. Estos son especialmente vulnerables a los patrones climáticos erráticos, destacan desde el WRI. «Globalmente, el 8% de los cultivos de secano que se producen en el mundo tienen lugar en zonas donde las variaciones anuales del suministro de agua son de elevadas a extremadamente elevadas, lugares donde los regímenes pluviométricos pueden oscilar salvajemente entre la sequía y el diluvio», detalla el análisis.
Cultivar en zonas muy estresadas y muy variables implica afrontar cierta incapacidad para amortiguar las perturbaciones meteorológicas, como las sequías prolongadas. «Aunque los agricultores se han adaptado a un cierto nivel de variabilidad en el agua que pueden utilizar, el aumento de la competencia por el agua y el cambio climático están llevando al límite los suministros disponibles. Por ello, los cultivos en estas zonas ponen en peligro la seguridad alimentaria», resume el documento.
Reducir el desperdicio alimentario, cambiar de dieta favoreciendo alimentos con menos huella hídrica (dejar de comer carne o, por lo menos, reducir en buena medida su consumo), así como evitar dedicar tierra a cultivos para combustibles (biocombustibles) forman parte del listado de soluciones que proponen las expertas del WRI para combatir la escasez hídrica. Todo ello, liderado por políticas de gobernanza del agua y de gestión eficiente, que deberán ser aseroadas por datos fiables.
“Reducir el desperdicio de alimentos es una buena manera de reducir el estrés hídrico, porque si estás perdiendo menos cultivos, entonces no tendrás que cultivar tanto y así recortar el uso de agua”, valora Kuzma.
“Pero también hay que pensar que los tipos de alimentos que estamos comiendo tienen mucha importancia en términos del agua que empleamos. Así que cambiar a una dieta más basada en vegetales es otra muy buena manera de reducir el estrés hídrico. Y no es porque las vacas y los cerdos están bebiendo toneladas de agua. Es porque los cultivos que crecen para alimentar a esos animales, es decir, la cantidad de tierra y el agua necesaria para cultivar los piensos, es tan importante que si podemos reducir nuestra demanda de ese tipo de producto, podemos a su vez rebajar nuestra demanda de agua”. EFEverde