Olas de frío a nivel mundial: ¿Qué tan crudo será el invierno en Chile?

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La reciente ola de frío y nieve que azotó a Europa abre la interrogante sobre si este tipo de eventos podría replicarse en el hemisferio sur y, en particular, en Chile. Pese al debilitamiento de La Niña, este año los expertos avizoran pocas precipitaciones en gran parte del país y apuntan a una amenaza: el estrés hídrico en la zona central.

La mañana del 26 de febrero, los habitantes de Roma despertaron con una vista inusual: por primera vez en seis años, la ciudad amaneció cubierta de nieve, lo que motivó el cierre de colegios y una serie de alteraciones en el transporte público.

Las frías temperaturas -poco comunes en una fecha tan cercana a la primavera europea- no solo afectaron a la capital italiana. Entre finales de febrero y comienzos de marzo, estas se extendieron por gran parte del Viejo Continente y cobraron la vida de más de medio centenar de personas. Mientras en Polonia se registraron mínimas de hasta -28,7 grados, el Reino Unido enfrentó cancelaciones de operaciones hospitalarias, miles de conductores varados en carreteras y retrasos en servicios aéreos y ferroviarios. En promedio, «Escandinavia, el este de Alemania, los estados bálticos y el norte de Ucrania marcaron 4 grados menos que lo habitual», señala Tyler Roys, meteorólogo de AccuWeather.

La culpa la tuvo una ola de frío que los propios británicos bautizaron como «La bestia del Este». Su origen se debió a un Calentamiento Súbito Estratosférico causado por la división del vórtice polar, la zona que contiene el aire frío del Ártico. «En febrero, tal como una puerta de un refrigerador que permaneció abierta por mucho tiempo, los cálidos vientos de alta presión se precipitaron hacia el Ártico y el aire frío de baja presión salió disparado. El flujo extrajo aire gélido de Siberia y lo empujó a través de Europa», señala Judah Cohen, director del centro de Investigación Atmosférica y Ambiental (AER).

En Alemania «los campos todavía están húmedos, los agricultores no pueden trabajar con sus máquinas y pienso que toda la fase de crecimiento cambiará un poco este año», dice el meteorólogo Dominik Jung, de www.wetter.net. En Gran Bretaña, se estima que las nevadas le costaron a la economía, al menos, mil millones de libras esterlinas por día y el clima severo podría hacer caer hasta un 0,2% del crecimiento del PIB en el primer trimestre del año. «En términos de escala, la extensión literal del clima frío fue casi sin precedentes», dice Mark Stephens-Row, meteorólogo en The Weather Company, una empresa de IBM.

Un vórtice más fuerte

Mientras el aire siberiano recorría el Viejo Continente, el Ártico experimentó una ola de calor inusual para este momento del año. Esto abrió un debate entre los científicos sobre la influencia del calentamiento global en este tipo de eventos. «Pienso que sí hay una conexión», dice Cohen, quien postula que el clima invernal severo en el este de Estados Unidos es «entre dos y cuatro veces más probable» cuando el Ártico es «anormalmente caluroso». Otros, como Tyler Roys, son escépticos. «Estas olas de frío están asociadas con el calentamiento estratosférico en el Ártico. No se puede vincular un evento meteorológico a si el cambio climático jugó un rol para que este ocurra», apunta.

¿Podría un evento como «La bestia del Este» replicarse en Chile? Para Stephens-Row, «el mismo fenómeno puede ocurrir en el hemisferio sur y las probabilidades pueden aumentar por los cambios en la dirección del viento por encima del Ecuador y la fase del ciclo solar», señala. «Pero tales brotes de frío siempre deben atravesar océanos más cálidos para llegar a América del Sur, mientras que en el hemisferio norte, el aire profundamente frío y no modificado de Siberia puede llegar a Europa sin cruzar el agua».

A diferencia de lo que pasa en el hemisferio norte, el vórtice polar del hemisferio sur, que contiene el aire frío Antártico, es más fuerte. «Eso significa que las probabilidades de que el aire polar se desprenda desde la Antártica hacia los continentes que la rodean sean muy bajas», dice el climatólogo Raúl Cordero, académico del Departamento de Física y líder del Grupo de Investigación Antártica de la Universidad de Santiago. «Eso no significa que no podamos tener un invierno más frío. Pero, que el aire polar Antártico alcance zonas pobladas del hemisferio sur, es muy poco probable».

De normal a seco

El invierno europeo abre la interrogante sobre cómo será el trimestre junio-agosto en Chile. Según los expertos, lo primero que hay que descartar es que esas olas de frío se trasladen a esta parte del mundo. «Los hemisferios están más o menos desconectados. Podríamos tener un invierno frío, pero eso no es porque en Europa haya estado más frío. El clima europeo es muy continental, entonces, pasa por extremos climáticos súper fuertes», dice René Garreaud, del Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile y subdirector del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2.

Como el invierno europeo no tiene relación con el clima chileno, hay que poner atención a lo que pasa en el Océano Pacífico. En la parte tropical, existe la alternancia de condiciones frías -conocida como La Niña- y condiciones cálidas -El Niño-. «Desde el año pasado estamos en una condición fría. Seguimos estando en La Niña, pero en una condición débil y, lentamente, va a ir dando lugar a la condición que llamamos Neutra», dice Garreaud. «Si uno mira la historia, y los otoños que han sido Niña, uno se da cuenta que esos años son, mayoritariamente, de normales a secos».

A diferencia de lo que pasa en Europa, el hemisferio sur es más oceánico; es decir, posee una mayor proporción de océanos que masas continentales. Por su posición, las localidades y ciudades de Chile tienen temperaturas menos extremas, justamente por la temperatura del mar. «En Chile uno no puede descartar un día de nieve, como el acontecido en julio del año pasado en Santiago, pero una ola de frío de una semana, o 5 días con temperaturas bajo cero, son poco probables», dice el geógrafo y climatólogo Pablo Sarricolea. «Lo que se aprecia de los modelos es que este año va a ser entre normal a seco porque no estamos bajo el efecto de El Niño, que es el que produce más precipitaciones en gran parte del Centro-Sur del país».

Las estimaciones de los expertos locales son compartidas por los meteorólogos extranjeros. Para Jason Nicholls, meteorólogo de AccuWeather, «ciertamente puede haber días fríos en Chile pero nada que se acerque a lo que ha experimentado Europa. Desde junio a agosto, espero temperaturas superiores al promedio en gran parte del país y que pueden ser cercanas a lo normal en el extremo sur. La mayor parte del centro y el norte, probablemente, estará más seca de lo normal y la precipitación será cerca o superior a lo normal desde Temuco al sur».

En la Dirección Meteorológica de Chile (DMC), sin embargo, optan por ser más prudentes. De acuerdo a su pronóstico estacional para el trimestre marzo-abril-mayo (disponible en www.meteochile.cl), el otoño estará marcado por la disminución de las temperaturas mínimas en gran parte del país y precipitaciones por debajo de la norma entre el sur de Coquimbo y la Región de Los Lagos. Sin embargo, aún no se puede asegurar que esta tendencia continúe en invierno. «Los fenómenos que afectan a nivel trimestral a las estaciones del año están bastante relacionados con fenómenos como El Niño y la oscilación antártica», dice José Vicencio, meteorólogo de la Oficina de Servicios Climatológicos de la DMC. «Pero, más allá de ese plazo, no podemos saber. En ninguna parte del mundo, por ahora, se puede pronosticar de manera exacta con tantos meses de antelación».

Amenaza a largo plazo

Como este invierno podría estar por debajo de la precipitación normal, el 2018 podría sumarse a una cadena de inviernos secos que han afectado la zona central de Chile, un área que consume actualmente hasta el 80% de sus recursos hídricos disponibles. «Incluso el año pasado, en el que percibimos que había llovido más, las precipitaciones fueron, en general, en el rango de lo que se consideraba normal», dice Raúl Cordero. «Si continúa perdiendo precipitaciones producto del cambio climático, las proyecciones que tenemos son que, en dos o tres décadas más, la zona central podría perder hasta un 20% de precipitaciones y eso nos pondría en una situación de muy grave estrés hídrico».

Como la agricultura depende mucho de las precipitaciones, los expertos señalan que estos efectos se podrían ver en los cultivos. «Estos tienen que ver con una reducción del rendimiento o, incluso, con pérdida del cultivo», añade Viviana Tudela, ingeniera agrónoma de la Sección Meteorología Agrícola de la DMC. «Tantos años con precipitaciones bajo lo normal generan una degradación más acelerada de las praderas naturales y deterioro de sistemas productivos de secano basados en cereales de invierno».

A pesar de que este año se avizora un invierno seco, René Garreaud llama a no bajar la guardia: en ese escenario, también se puede producir un evento de alta precipitación que genere contratiempos en ciudades como Santiago. «Pese a que el pronóstico medio sea de menos precipitación, eso nunca va a descartar la ocurrencia de eventos extremos».

Fuente: El Mercurio.